El Museo Cerralbo está de festejos; 100 años de existencia mostrando distintas colecciones que reflejan cómo era la vida del Madrid aristocrático del siglo XIX y principios del XX, con sus fiestas, su estética y sus obras de arte. Y a esta conmemoración se ha sumado otra: la primera década de vida de Miss Beige —un alter ego ya indispensable en la escena cultural— con la exhibición Hay que saber estar en una de las salas del museo. La última muestra de la performer enmarcada dentro de la edición de PhotoEspaña 2025.
Miss Beige. El nacimiento del personaje
No podría imaginarse mejor escenario para acoger la propuesta de Miss Beige que un opulento palacio decimonónico de ostentación burguesa. Frente a este telón de fondo, se pudo ver hasta el 7 de septiembre la famosa figura de una mujer enfundada en un uniforme beige, acompañada siempre de un bolso, guantes, medias y un martillo como emblema de resistencia contra la violencia de género. En solo diez años, esta identidad performática ha pasado de gesto artístico a referente cultural, despertando una atención mediática que confirma su magnetismo.

El proyecto surgió en 2015, tras una crisis personal de Ana Esmith, artífice del personaje. Hablamos de una artista, actriz y periodista madrileña que, a su regreso de Londres —donde vivió quince años— se planteó la concepción de una heroína no sexualizada. Según cuenta, fue paseando por el Rastro donde encontró el vestido que encendió la chispa. Desde entonces, Miss Beige encarna una fuerza femenina ajena al glamour impuesto, a la lógica y a la seducción. Su presencia resulta incómoda y corrosiva, con un humor silencioso que desarma. No habla, no sonríe, no se maquilla; y su apariencia deliberadamente anodina roza la invisibilidad a pesar de que atraiga todas las miradas. Es la vida cotidiana enfrentada al artificio; es el antiselfie.

El objetivo es claro: cuestionar la belleza normativa y el exceso de feminización, abrir un espacio crítico sobre el pensamiento único, la superficialidad y el narcisismo digital de las redes sociales. Pero también poner el foco en la precariedad laboral, la violencia de género, la desigualdad, la vivienda, el turismo de masas, el patriotismo rancio, los estereotipos nacionales o el machismo, entre otras cuestiones. De ahí nacen acciones como su paseo por ARCO con una mochila de Glovo, La Miss Beige de Michelangelo (2017), Se nota, se siente (2019) o su participación en el cortometraje musical Usera.

Un palacio beige en el Museo Cerralbo
Hay que saber estar se planteó como un eufemismo en torno a la presencia, la actitud y la resistencia en una sociedad devoradora por las imágenes, los filtros y la IA. Como Esmith resume: “Si no estás, no existes” y en Instagram reúne ya a más de 12 000 seguidores. Pero su escaparate digital se convierte en una vitrina invertida: allí muestra, sin filtros, lo que la mayoría prefiere ocultar.


Esta exhibición en el Museo Cerralbo nos marcó un recorrido por sus acciones más significativas, con fotografías de humor ácido como Brace, Brace (2019), Mójate (2021), Ha sido niña (2021) y Life on Mars (2023). A esto se sumó un cortometraje en blanco y negro —con guiños cinematográficos a La La Land— que, junto a objetos emblemáticos del personaje, dieron cuerpo a todo el conjunto. Del mismo modo —y realizada ex profeso—, la autora presentó una instalación audiovisual transformando las salas del palacio en un escenario compartido. El choque entre el perfil histórico y burgués del Cerralbo y la rigidez impasible de Miss Beige revelaba el verdadero trasfondo: la confrontación entre normas sociales y de decoro heredadas, y una presencia que incomoda por su radical sencillez.

Una fricción entre lo solemne y lo absurdo, entre el oro de los salones y la sobriedad de un traje monócromo, donde se entiende que saber estar no es obedecer las reglas, sino resistir como una anomalía necesaria ocupando un lugar. Y en el caso de Miss Beige, ese lugar es el de la acción social, la conexión intergeneracional y la fuerza de la lucha feminista.

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