Dentro de la programación de la Bienal Iberoamericana de Diseño 2024 podemos ver, en la Central de Diseño del Matadero Madrid, la exposición Diseño Expandido. Disponible hasta el próximo 7 de enero, la muestra recoge una selección de proyectos profesionales destacados procedentes de toda Iberoamérica. Esta edición de la BID24 tiene como país invitado a Guatemala —que cuenta con un espacio propio con lo mejor de su diseño y artesanía— y ha galardonado a Óscar Mariné con el Premio BID24 a la Trayectoria por su carrera como diseñador, ilustrador y comunicador visual.
La importancia de una bienal de diseño
¿Existe el diseño conquense o sevillano? ¿Y el castellano-manchego o andaluz? Y, ampliando la perspectiva, ¿existe a día de hoy algo que podamos denominar diseño español o europeo? En una época como la que nos ha tocado vivir, en la que —a pesar de que algunos tratan de construir fronteras analógicas a base de odio, alambre de espino, sangre y hormigón— la globalización digital, la permeabilidad, la transversalidad y la multiculturalidad de las sociedades difumina cualquier intento de asignar una marcación geográfica a cualquier actividad creativa, ¿es posible identificar la procedencia de un diseño que no recurra a folclorismos trasnochados o tópicos estereotipos ya superados?
Si hace años se podía hablar con propiedad sobre, por ejemplo, diseño español o diseño catalán, fue porque confluyeron sinérgicamente acciones como exposiciones, publicaciones, congresos, festivales desde distintos niveles políticos y administrativos junto al concurso de museos, centros de diseño o revistas especializadas. Una serie de estrategias que fomentaron la visibilidad conjunta y continuada de las manifestaciones diseñísticas —perdón por el palabro— generadas en cada uno de los ámbitos geográficos correspondientes; esto es, España o Cataluña.
Desde hace tiempo, la tendencia a la hora de enseñar los frutos del diseño en cualquiera de sus vertientes es la de exponerlos bajo paraguas temáticos —ecología, sostenibilidad, alimentación, inclusividad, artesanía, futuro o historiografía—, obviando la demarcación territorial de su procedencia. En este punto, ¿tiene sentido celebrar una Bienal Iberoamericana de Diseño? La respuesta es un rotundo y categórico sí. Y lo es, precisamente, porque el mejor modo de promocionar y publicitar el trabajo de los diseñadores y diseñadoras que conforman Latinoamérica, España y Portugal es mostrarlo en una plataforma como la BID, evento que se ha convertido en el mayor y más importante escaparate del diseño iberoamericano en Europa.
El Diseño Expandido de la BID24
En esta novena edición, hay un acierto expositivo que consiste en no presentar los diferentes proyectos y productos agrupados por especialidades o por países —norma solo rota por el posicionamiento de los premiados y mencionados en un único frente—, lo que multiplica su efecto de diversidad y transversalidad. Además, visitando la exhibición —como cualquiera de las precedentes de la BID— se llega a comprender perfectamente el concepto de télesis acuñado por Víctor Papanek, según el cual “el contenido telésico de un diseño debe reflejar la época y las condiciones que le han dado lugar, y debe ajustarse al orden humano socioeconómico general en el que va a actuar”.
La proyección y continuidad en el tiempo hace que la BID se convierta, con su inicio en Madrid y sus posteriores itinerancias, en una cita para marcar en el calendario. Sobre todo, para tener una visión en tiempo real de lo que acontece en el diseño dentro de un área cultural e idiomática que —por diversas condiciones— refleja una especial atención a la conexión diseño/artesanía, la interrelación con el medioambiente o como un factor de desarrollo social. Asimismo, la BID posiciona a Madrid como un foro de encuentro imprescindible, donde un programa de conferencias, talleres y debates invitan a reflexionar, debatir y compartir ideas y vivencias sobre el presente y futuro de esta disciplina y su papel en la construcción de sociedades más inclusivas, cohesionadas y sostenibles.
Entre los hitos importantes de esta celebración, resalta la presencia de Guatemala como país destacado, presentando una instalación a modo de cápsula modular y sostenible —inspirada en el Templo del Gran Jaguar de Tikal—, en cuyo interior se muestran piezas textiles, copas de vidrio soplado o lámparas, entre otras cosas. Un ejemplo de que la sabiduría intrínseca que subyace en artesanías ancestrales puede hallar en el diseño la herramienta idónea para su actualización. Por otro lado, el Premio BID24 a la trayectoria ha sido otorgado por DIMAD a Óscar Mariné Brandi: Premio Nacional de Diseño 2010 y figura indiscutible de la escena creativa y comunicacional desde los años ochenta. Un reconocimiento que viene a compensar, de alguna manera, el olvido al que algunas instituciones suelen relegar a diseñadores y diseñadoras que han encontrado en Madrid su lugar de trabajo y obtienen reconocimientos allende sus fronteras.
Por último, quisiera aludir a un proyecto galardonado con un premio y dos menciones: El diseño es bueno para la salud. Dirigido por Ramón Úbeda, se materializó en una exposición presentada en el MuVIM dentro de la programación de Valencia World Design Capital 2022 para, posteriormente, plasmarse en un magnífico catálogo. Una propuesta que demuestra los beneficios de utilizar el diseño como herramienta intrínseca para el desarrollo de productos y servicios, en este caso ligado al campo de la sanidad.
Y, para reafirmar la necesidad y pertinencia de la existencia de un evento como este, nada mejor que las palabras de Pedro Cerisola, director de la Bienal Iberoamericana de Diseño 2024: “Esta edición pone de relieve la constante evolución del diseño y su capacidad para enriquecer disciplinas diversas, incorporando los avances de la tecnología, preservando la cultura y la identidad y enfrentando retos contemporáneos de impacto global que, desde el diseño, están cambiando los procesos y formas de entender el mundo”.
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