Algo más que una firma en el muro, el nombre de SpY es hoy un referente en el arte urbano a nivel internacional. Desde el grafiti a la instalación, desde el discurso digital a las formas cinéticas, este creador con base en Madrid nos invita en esta entrevista a recorrer más de cuarenta años de trayectoria artística. Una historia —de ciudades— que se LEE, que invita a SOÑAR y con la que SpY ha reformulado el canon del arte urbano.
El mundo del arte siempre da sorpresas. Durante unos años, tuve como cabecera de una red social la imagen de un bloque de viviendas entre cuyos huecos se podía atisbar la palabra “LEE” pintada en color negro. La fotografía circulaba por los canales de Tumblr sin autor reconocible ni datos sobre su procedencia, y en ese momento me sirvió como seña de identidad y carta de presentación para aquellos que entraban en mi perfil. Más tarde, supe que era SpY quien había realizado esa intervención y ahora, mucho tiempo después, recibo una invitación por parte de la redacción de ROOM Diseño para entrevistarlo y hacer un repaso a una trayectoria de más de 40 años de grafiti, arte urbano e instalaciones en los entornos públicos. Una historia de palabras y ciudades; de Madrid a Bilbao, de Berna a Pekín. Una historia que invita a SOÑAR.
Madrid, laboratorio urbano
A finales de los 80, Madrid comenzó a convertirse en el territorio de pruebas de un joven SpY que, sin formación ni experiencia artística, sentía el deseo de ver su nombre escrito en las paredes. Años de aprendizaje en los que fue agudizando sus sentidos para conocer el terreno. “Ser siempre observador y receptivo a este diálogo con la urbe me hizo comprender que las ciudades se comportan como entidades vivas que sufren conflictos y transformaciones que, a su vez, afectan a la vida de sus habitantes. Por eso no son espacios asépticos como las galerías, los museos o las ferias. Están en constante evolución, y esto forma parte del proceso de creación artística e influye en el modo en que el público se relaciona con la obra de arte”.
Desde ese laboratorio urbano inicial en el que el artista “ha estado constantemente guiado por la curiosidad de investigar y probar nuevas herramientas y formatos”, surgieron nuevas señas que se diferencian ya del grafiti. La firma de Javo o Jabo —su alter ego por aquella fecha— aparece en un cartel escrito en negro en plena Gran Vía y los soportes publicitarios se convierten en su diana, en sintonía con los Billboard Liberation Front de EE.UU.: “Sin conocer la labor que otros creadores estaban desarrollando en otras partes del mundo, empecé a promocionar mi identidad con métodos diferentes al grafiti: haciendo grandes carteles con mi nombre en letras sans serif, modificando los anuncios de las vallas publicitarias para que el mensaje fuera distinto y cambiando los nombres de las estaciones de metro por el mío. Fue un avance natural. El paso al arte urbano me llevó a establecer nuevas ideas y técnicas más allá de la disciplina grafitera. Aunque muchos otros ya habían utilizado la ciudad como base, en aquella época no era lo habitual”.
Entonces, y de manera viral, empezaron a verse grandes palabras escritas por las diferentes localidades en las que intervenía. LEE, AMOR, EGO, BLAH BLAH. “En esa línea de trabajo abandoné mis habituales puzles visuales mudos para esgrimir una caja de herramientas nueva y robusta, llena de objetos muy poderosos: las palabras. Palabras solas, negras, grandes. Breves grupos de letras que comunican ideas afirmativas y urgentes. Conceptos con los que todos se podían identificar. Que podían llegar a ser parte íntima de las vidas de quienes viven y crecen a su alrededor; que pueden llegar a ser hitos que catalicen conexiones dentro de la comunidad —y más allá de ella— a través de una red de murales de gran escala en varias ciudades”.
Una de ellas fue Bilbao, en la que hace diez años escribió la palabra SOÑAR en un edificio industrial en el barrio de Olabeaga. Lo hizo con la complicidad de la galería bilbaína SC Gallery y se ha convertido en un referente de Bilbao. “Ha sido replicado en múltiples ocasiones en todo tipo de series, películas, anuncios… A la mayoría de bilbaínos que les preguntes muestran un alto sentido de orgullo y pertenencia por el mural como un símbolo de la ciudad. Una persona escribió sobre la obra: Ni te imaginas la de veces que me ha acompañado en muchos momentos difíciles de mi vida aportándome mucha fuerza”.
Del muro analógico a la conciencia climática
En paralelo a la aparición de sus intervenciones urbanas, SpY comenzó a circular por el universo virtual, ese espacio de datos y algoritmos que ha configurado nuestro mundo matrix. Como respuesta a este nuevo tiempo digital, SpY creó Monolito (2023) en Barcelona, una instalación que “retrata cómo la sobreexposición que tan intensamente caracteriza la actividad online, ha modificado el concepto de identidad entre la vida real y la digital”.
Para ello, construyó una gran pantalla vertical dentro de una zona peatonal. “La propia pantalla física —y su descarnado color rojo— eran el elemento principal. En ella mostraba una serie de pasajes audiovisuales que narraban la historia de los humanos y los datos, desde la concepción del primer dato hasta el surgimiento de la IA y el transhumanismo tecnológico”. Frente a ella, miles de personas cerraban el círculo mirando y grabando con sus teléfonos móviles, devolviendo esas imágenes a la red, “convirtiéndose a la vez en espectadores pasivos y en sujetos activos fundamentales de toda la obra”.
“Las ciudades no son espacios asépticos como las galerías, los museos o las ferias. Están en constante evolución, y esto forma parte del proceso de creación artística e influye en el modo en que el público se relaciona con la obra de arte”. SpY
En la búsqueda de usuarios participativos en los lugares públicos, uno de los trabajos que más expectación tuvo fue Césped, que realizó en 2018 en la Plaza Mayor de Madrid. Coincidiendo con la celebración de su 400 aniversario, SpY plantó un círculo de césped natural de 70 metros de diámetro.
“La Plaza Mayor fue rescatada de su frenética actividad turística para convertirse temporalmente en un lugar de encuentro abierto, accesible e inclusivo para todos: un eco del pasado histórico de la plaza como un jardín”.
Durante el tiempo que duró, “la Plaza Mayor fue rescatada de su frenética actividad turística para convertirse temporalmente en un punto de encuentro abierto, accesible e inclusivo para todos. La propuesta invitaba a las personas a recuperar el sentido de pertenencia, ocupando y apropiándose de manera activa de la ciudad, como un eco del pasado histórico de la plaza como un jardín, acercándose a las cualidades espaciales y sociales originales que tuvo en el siglo XIX”.
Este simple gesto transformaba de una forma lúdica y sugerente la dureza del enclave. A día de hoy, SpY todavía recuerda “el fresco olor que desprendía la hierba recién mojada, que modificaba el ambiente estimulando la memoria olfativa y evocando en los visitantes una agradable sensación de bienestar y relajación”, una experiencia que marcó un hito en la propia historia de la Plaza Mayor de Madrid y en las políticas culturales para las calles. Más Césped, menos Meninas.
Aquel recuerdo nos lleva a Earth (2021): una instalación cuyo mensaje advertía sobre las consecuencias del cambio climático. Hablamos de dos formas geométricas —cuadrado y esfera— que se formalizaban en términos muy contundentes: “Cerca de la pieza la experiencia puede ser abrumadora, pero la percepción es diferente cuando se descubre desde la distancia. En vez de elevarse sobre ti, se encoge contra el paisaje urbano”.
Material cotidiano y lenguaje digital
La labor de SpY ha ido creciendo hasta constituirse SpY Studio: un espacio fluido con el que adaptarse eficazmente a los retos de cada proyecto. Como nos dice el artista, “en SpY Studio estamos investigando el arte cinético, utilizando nuevas herramientas y medios que combinan elementos digitales, mecánicos e incluso naturales. Me interesa mucho la exploración de la cinética para mejorar la interacción con el público”.
Un buen ejemplo es Loops, una figura en movimiento instalada de manera permanente en el atrio de Inselspital, el mayor hospital de Suiza. ¿Cómo puede el arte actuar positivamente dentro de un hospital y nutrir emocionalmente a sus usuarios? Esa es la pregunta que se hizo SpY ante este desafío, y la respuesta es esta intervención en la que 24 grandes anillos se desplazan a través de un vano enorme siguiendo sutiles coreografías. Una obra que plantea un nuevo paradigma en la concepción de los hospitales como ambientes más humanos. “Los movimientos de la escultura buscan ejercer un influjo sanador integral estimulando no solo el ojo, sino también la mente. Su apariencia muta constantemente a medida que los elementos describen trayectorias etéreas y se configuran en un sinfín de combinaciones. A medida que el observador y Loops se mueven, las lecturas visuales se multiplican hasta el infinito. En un abrir y cerrar de ojos se descubre una nueva composición”.
Tecnología, movimiento y espectador son las claves que SpY Studio pone en juego en estas incursiones. Con Blankets, además, usa el factor sorpresa en la elección de ciertos materiales. “La obra está formada por cientos de mantas de salvamento utilizadas habitualmente en contextos de accidentes y rescates o incluso para cubrir a los fallecidos, que son revisitadas como fundamento creativo para montar una instalación que genera diversos patrones de ondulación, así como un solemne campo sonoro que evoca un océano lejano”. Un elemento de la vida corriente con una importante carga dramática que se ve alterado por la propia acción artística. Una vuelta de tuerca al ready-made en la época de la hipermodernidad conectada.
“Me interesa comprender cómo nuestra percepción procesa nuestras experiencias a través de los sentidos y encontrar formas de trasladar eso al ámbito del arte”.
Es esta selección de objetos cotidianos la que hace que SpY no sucumba al discreto encanto de la tecnología. “Suelo elegir cosas como espejos de seguridad, cámaras de CCTV, cinta de balizamiento para el control de multitudes, mantas de emergencia o incluso conos de tráfico. Trabajar con ellos puede producir resultados formales impactantes y experiencias estéticas agradables, a pesar de las connotaciones y simbolismos que puedan conllevar. Tras este primer contacto, las lecturas posteriores de la obra de arte abren distintos caminos para la interpretación y la reflexión”. Cones o Barrier Bars, son una buena muestra de cómo emplea SpY estos recursos provocando nuevas relaciones entre el espectador, la pieza y el lugar intervenido.
En un momento en el que sus creaciones suceden en el espacio público y habitan también las paredes de las galerías, su porfolio sigue creando dialécticas entre el contexto urbano y el museo. “Quiero seguir explorando formatos que impliquen nuevos conceptos, diálogos, procesos y herramientas, así como maneras de suscitar reflexiones mediante diversas estrategias artísticas. Me interesa comprender cómo nuestra percepción procesa las experiencias a través de los sentidos para encontrar formas de trasladar todo eso al ámbito del arte”. En definitiva, seguir entendiendo la ciudad como una zona de negociación y encuentro y, el arte, como un laboratorio de interrogaciones. Seguir soñando. Nuevamente, SOÑAR.