Annona Arquitectura junto con Ana Frias transforma un apartamento modernista en una galería de arte donde se respetan los elementos patrimoniales a la vez que se propone una nueva forma de exponer y de habitar.
Modernismo y contemporaneidad
La concepción del proyecto se ha realizado en colaboración con Ana Frías. La necesidad del proyecto y su génesis es la transformación de un piso de los años veinte, perteneciente a un edificio firmado por el Arquitecto Francisco Prieto Moreno, en residencia de corta temporada para una pareja cuya residencia permanente está entre Londres y Singapur.
El interior, aunque transformado, conserva muchas características y elementos originales de la arquitectura modernista que definiría la arquitectura de la Gran Vía de Granada: carpinterías complejas, molduras en techos, grandes alturas y suelos de mosaicos. Desde el primer momento el proyecto trata de conjugar la necesidad de conservar elementos y características tipológicas del inmueble a la vez que ha de adaptarse a una forma peculiar de habitarse, completamente alejada de las exigencias habitacionales de principios de siglo.
Una vez iniciado el trabajo, se añade un nuevo requisito, con gran incidencia en la concepción espacial y material. El inmueble ha de servir de expositor de una colección artística que los promotores desean traer a España, mientras se construye un espacio específico para ello.
Espacio que cuenta historias
Nos enfrentamos a dos ejercicios proyectuales. El primero surgía del requisito de establecer localizaciones para los espacios de servicio y cuartos húmedos que no dividiesen grandes áreas que han de permitir la exposición . A la vez estos espacios privados, que han de ser suficientes cuando el piso vuelva a ser residencia, no habían de comprometer preexistencias que valorábamos, ni impedir la lectura de la tipología original.
Los nuevos volúmenes de áreas de servicio no debían de interponerse en la lectura del espacio, que es a la vez histórico y expositivo. Por ello se decide que los nuevos volúmenes no habían de tocar el techo, para dejar dibujado en él las divisiones originales, para incidir en la idea de contenedor, no solo de arte si no de historia (y de historias). La materialidad de éstos volúmenes no podía competir con el trabajo de artesanía muy valorado, por su rareza en Granada, del mosaico Nolla.
El segundo ejercicio derivaba de la sustitución, a lo largo de los años, de grandes áreas de solería original, mosaico Nolla, por pavimentos de factura más pobre o ordinaria.
Resolvimos enfrentarnos a ambas situaciones desde la misma premisa, abordarlas como conjunto, para desarrollar una misma herramienta y alcanzar un resultado donde el proyecto fuera legible, coherente. Así, donde existían suelos de mosaico Nolla, estos se restauran, donde se han perdido se debe elegir como reponer.
Recuperar tradiciones constructivas y materiales
Tras valorar posibilidades, se llegó a una decisión que se espera que tenga repercusión más allá del espacio de éste proyecto. Comenzamos un trabajo junto con Salvador Escrivá, gerente de mosaico Nolla para iniciar una producción a gran escala de piezas de mosaico utilizando una técnica tradicional a escala industrial. Fabricando nuevos moldes (con medidas de los mosaicos históricos) calculando posteriores retracciones, utilizando tierras atomizadas con colores y pigmentos utilizados durante principios del siglo XX (una gama bastante reducida). Utilizamos esta nueva capacidad de producción para restaurar las zonas perdidas pero en grandes áreas monocromáticas, que resuelven la materialidad, no sólo de solerías perdidas, si no también de las nuevas estancias de servicio en su conjunto.
El material es histórico, su uso, contemporáneo, utilizando de forma que componga la nuevas volumetrías completas. El resultado es una serie de espacios donde se enfrentan dos maneras de habitar, dos usos de un material cerámico histórico, donde se refleja el paso de 100 años de historia y nuestra propuesta de habitar y de exponer.
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