Ubicado en el corazón de la ciudad de Morelia (Michoacán, México), Josafat Zalapa surge como un oasis gastronómico dentro de una casona del siglo XIX, que combina los orígenes culinarios de la cultura mexicana, con conceptos orientales. El restaurante nace de la idea de crear una atmósfera introspectiva y experiencia disruptiva al momento de sentarse a comer, inspirándose en la palabra japonesa Omakase, que significa: «confío en ti», o la «elección del chef».
La premisa de diseño consistió en respetar la arquitectura existente, invitando al usuario a recorrer las capas históricas del inmueble, creando un recorrido desde el acceso, continuando por un pasillo que remata en un patio que funciona como galería. A un costado, se descubren las habitaciones que contienen al restaurante, cuyo espacio principal alberga una barra interpretada como un escenario donde el chef puede interactuar con los comensales.
El proyecto se caracteriza por su selección de materiales y paleta de colores cálida, lograda mediante el balance de la iluminación, cemento pigmentado; así como elementos de madera en pisos, vigas y mobiliario de autor.
En el corazón de la ciudad de Morelia, dentro de una casona del siglo XIX, emerge un oasis gastronómico que combina los orígenes culinarios de la cultura mexicana, con conceptos orientales. El restaurante Josafat Zalapa –diseñado por el estudio FMA y liderado por el arquitecto emergente Francisco Méndez– nace de la idea de crear una atmósfera disruptiva al momento de sentarse a comer, inspirándose en la palabra japonesa Omakase, cuyo significado denota en la frase “confío en ti” o “la elección del chef”.
A través de una experiencia única, el comensal es llevado por un recorrido gastronómico, en donde se involucra en la experiencia al presenciar la preparación de sus platillos. La experiencia del usuario comienza desde el acceso al inmueble histórico, donde son bienvenidos por un pasillo y una galería, rematando con hacia un patio central que muestra diversas obras pictóricas en su perímetro, mientras que al centro una pieza escultórica con vegetación muerta, hace alusión al paso del tiempo del edificio.
El programa arquitectónico consiste en dos salas adosadas al patio interior, flanqueado por elementos arquitectónicos de estilo barroco, característicos de la época. El espacio principal alberga a una barra de carácter escultórico, con 20 sillas de autor, mientras que a un costado se muestra sutilmente una segunda sala con un bar, llamada Damiana. Al adentrarse al restaurante, aquellos muros masivos de cantera resguardan en su interior al protagonista del proyecto: una barra alargada, donde los usuarios se colocan alrededor del chef, preparándose para la escena culinaria.
Mediante el diseño de interiores, el proyecto genera un equilibrio entre la arquitectura del pasado y los elementos contemporáneos expresados en el mobiliario, decoración y materiales; de esta manera se logra una atmósfera introspectiva, elegante y sobria.
El concepto de la barra enfatiza aún más los platillos preparados por el chef, mientras que la luz indirecta que se encuentra a borde de piso, enmarca a los muros de cantera preexistentes, resaltando aquellas capas de historia que se han dejado a lo largo del tiempo y rescatando su valor arquitectónico, como son las vigas de madera y detalles de cantera.
La premisa de diseño consistió en respetar la arquitectura del lugar, interviniendo los interiores de manera sutil, logrando una propuesta atemporal que se sume a las capas históricas del inmueble. La selección de materiales se mantuvo esencialista, integrando pisos de madera y recubrimientos de cemento pigmentado en los muros.
Durante la intervención, se enfatizó el diseño de la iluminación y la integración de mobiliario, es por ello que se diseñaron cada uno de los elementos, desde las lámparas lineales que acompañan a la barra, hasta las sillas dónde el comensal va a degustar sus alimentos, elementos diseñados por el estudio mexicano Axoque.
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