Para los japoneses Studio Velocity, la arquitectura es un escenario vital que ha de despertar la conciencia y potenciar los sentidos. Más que un minimalismo experiencial, los proyectos de Kentaro Kurihara y Miho Iwatsuki funcionan como artefactos poéticos habitables. Desde una revisión audaz de la tradición, sus edificios replantean las relaciones entre individuo y espacio a través de un discurso en el que convergen humanismo, naturaleza y artificio.
Studio Velocity es un despacho de arquitectura japonés fundado en 2006 por Kentaro Kurihara y Miho Iwatsuki. Suele decirse que se creó cuando ambos trabajaron en el equipo de Junya Ishigami. No obstante, Kurihara nos cuenta que, en realidad, su origen se remonta a algunos años antes cuando eran alumnos de arquitectura en la misma escuela. “Durante esa época nos unimos para participar en muchos concursos dirigidos a estudiantes y logramos ganar premios. Fue después cuando empezamos a trabajar con Junya”.
Nacidos en 1977, Kurihara e Iwatsuki son apenas tres años más jóvenes que Ishigami. Pertenecientes, pues, a una misma generación, más que dejarse influir por la visión de este, podemos afirmar que el tiempo que colaboraron con su estudio les ayudó a consolidar dos ideas propias también defendidas con convicción por él. Que vivimos en un tiempo que posibilita construir de muy diversas y nuevas maneras, y que la verdadera libertad creativa no radica en la afirmación de ningún dogma ni estilo, sino en la capacidad de generar una respuesta concreta y singular para cada proyecto.
Esta última cualidad es la que puede reconocerse como constante en la arquitectura de Studio Velocity: la hegemonía radical del color blanco —a menudo en combinación con la transparencia del cristal—, el uso de formas geométricas nítidas y espacios que, al margen de su dimensión real, se muestran como poderosamente inmensos. Construcciones que se articulan apelando a la más directa claridad compositiva, sea a través del volumen o mediante una depuración de la estructura hasta lo esquemático y material. Sus propuestas poseen una individualidad específica e intransferible y han sido creadas para dar la impresión de una inagotable amplitud. Una actitud creativa de la que surgen piezas netamente distintas entre sí y en las que se percibe esa sustancia inconfundible de lo japonés.
la experimentación silenciosa de Studio Velocity
La brevedad con la que Studio Velocity nos responde cuando hablamos sobre su arquitectura es posiblemente un signo de esa idiosincrasia nipona. Para el occidental puede parecer que esas explicaciones concisas y directas esconden una especie de misterio; como si en ellas quedara resguardado un inescrutable fondo que contrasta con la densidad de sus obras y artefactos constructivos.
Sin embargo, no hay una particular complejidad tras el porfolio de Kurihara e Iwatsuki. No subyace en él una búsqueda de metáforas elevadas ni la formulación de un firme manifiesto provocador. Su quehacer se centra esencialmente en el ámbito residencial, donde se observa la incesante exploración y experimentación que la arquitectura japonesa lleva a cabo sobre esta tipología. En este sentido, es clave tener presente que una casa urbana puede ser muy efímera en Japón. En palabras de Naomi Pollock: “Los edificios individuales en este país están atrapados en un ciclo infinito de demolición y reconstrucción. Se tiran y se levantan prácticamente de la noche a la mañana. En muchos barrios, el único elemento constante es la fila de postes para la electricidad”. Por ello, la principal premisa es la calidad habitacional, y las cuestiones que otorgan cuerpo material a cada idea están orientadas a ese logro. Así, el eje central en la labor de Studio Velocity es la relación entre la intimidad y la vivencia intensa de lo doméstico con el exterior.
ROOM Diseño. – En vuestro currículum se hace evidente un interés por investigar las posibilidades del espacio a través de la experimentación. ¿Es esto más importante que definir el edificio mediante una forma?
Studio Velocity.- La forma es un rasgo muy relevante si hablamos de un edificio, pero lo que a nosotros realmente nos interesa es conectar interior y exterior a través de la estructura. Las oficinas en Sanno quizá reflejen con mayor exactitud esta voluntad de hacer que una construcción sea en sí misma un nodo de conexión entre lo de dentro y lo de fuera, maximizando las posibilidades de uso de sus elementos. Su particularidad radica en la cubierta: una superficie cóncava, pretensada y resplandecientemente blanca, que cumple la función de ser un área privada al aire libre. Una característica que le confiere atractivo y singularidad, destinada sobre todo al bienestar de quienes trabajan allí, y que interviene también en la configuración de las cualidades estéticas —igualmente pensadas para procurar comodidad—, ya que intramuros da lugar a un techo curvo y dinámico.
Su gran amplitud puede verse como la optimización extrema de la planta acristalada situada debajo, desde la que ascienden unos árboles como detalles de un parque o bosque donde descansar y serenar la mente. Podemos comprobar, además, que la madera es el componente protagonista. Su fin es envolver el ambiente diáfano de amabilidad y calidez.
ROOM Diseño.- ¿Cuáles creéis que son los principales cambios que se están observando en el diseño de la vivienda?
Studio Velocity.- Son muchos y es difícil sintetizarlos. Pero para nosotros es importante ver que el verano pasado ha sido uno de los más cálidos de la historia. No podemos quedarnos de brazos cruzados. Por eso, de todos estos cambios, el que nos parece fundamental a la hora de construir es el abandono de las fuentes de energía actuales. Hay que mirar hacia las renovables. Y, por supuesto, mejorar el aislamiento de las fachadas.
ROOM Diseño- Esta preocupación medioambiental se combina en algunos proyectos con una cierta actitud lúdica. Swelled House y House in Chiharada son como un dibujo infantil que hubiera cobrado vida.
Studio Velocity.- House in Chiharada se erigió en una parcela que quedaba vacía al lado de la residencia de la madre de Kentaro. Por esa razón, y para evitar un efecto de opresión sobre la construcción vecina, creamos una planta redonda. Con una disposición curva no es factible una sección transversal, pero planteamos una edificación de dos pisos en la que fuera posible ver el cielo desde el primer nivel. Y luego, por el contrario, diseñamos la segunda planta como si sus habitantes estuvieran en tierra firme, como si estuvieran caminando por la ciudad.
El resultado es una especie de amable torreón dentro del que se trata de ofrecer la mayor sensación de espaciosidad posible y, a partir del juego de volúmenes en el interior, proponer al residente una vivencia fenomenológica.
ROOM Diseño.- Swelled House está diseñada para una mujer que comparte la casa con sus gatos y que, además, tiene en ella su salón de peluquería.
Studio Velocity.- La diseñamos para que el aire entrase a través de los dos muros, así el amazón central se hincharía como un globo y tomaría cuerpo. Una vez que quedó establecido el espacio que se necesitaba, la forma dejó de crecer y quedó fijada.
El arte de la invisibilidad en la arquitectura japonesa
El interiorismo en Studio Velocity tiene un peso importante por la sobriedad sutil de sus soluciones. Llaman la atención pequeños detalles de mobiliario, como las sillas en la Cage House, cuyas distintas alturas sirven para extraer el máximo potencial de ocupación. También lo vemos en Swelled House o en unas viviendas en Kowa, donde se rehabilitó un conjunto residencial de la década de 1950 en el que la madera tiene un papel crucial, al igual que en las oficinas de Sanno. “Nos agrada elegir mobiliario kuwa (bonito), algo antiguo y que no sea obra de ningún diseñador famoso”. Y en este punto, no podemos olvidar mencionar su gran mesa/cocina (ROOM 35): un rectángulo minimalista congelado en su movimiento.
Si hubiera que destacar una propuesta de Studio Velocity por su particular fortaleza, esta sería la House Surrounded by the Hedges en Aichi, ciudad donde también se encuentra ubicado su estudio. En ella, la absoluta claridad de su trama horizontal integrada por diferentes células —comparable a la llevada a cabo por ellos en la ampliación de un centro universitario en Okazaki— se combina con la capacidad de dar presencia a la frondosa vegetación que envuelve la vivienda, convertida en un elemento constructivo más y activo vital para la casa. Una composición que nos devuelve de nuevo a esa voluntad inicial de concisión: una sencillez deliberada dentro de la cual habita una gran profundidad.
Sencillez que, si debemos situar dentro del panorama de la arquitectura japonesa actual, se vincula sin ninguna duda a Toyo Ito en su discurso de aceptación del premio Pritzker en 2013: “Creo que ha llegado el momento de que recuperemos la proximidad al medioambiente, de que abramos las anodinas retículas urbanas a la abundancia de la naturaleza y de que construyamos un paisaje más brillante y humano”.
Una idea que ya parece formar parte orgánica de esta joven generación a la que pertenecen Kurihara e Iwatsuki, constructores de pequeñas poéticas cotidianas que renuevan la percepción —y autopercepción— de lo humano; hacedores de arquitecturas que rechazan el aislamiento y el desarraigo para escoger, por el contrario, un bienestar que nos haga fluir hacia un futuro donde individuo, ciudad y naturaleza compartan esencia. Studio Velocity consigue en sus proyectos traducir el ideario del veterano arquitecto nipón cuando afirma que “la arquitectura no es más que un árbol que debe crecer en concordancia con su entorno”.
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