Desde la perspectiva del lujo y la alta artesanía, Aline Asmar D’Amman apuesta por una mirada en los márgenes de la corriente principal del diseño contemporáneo. Y en la pasada Paris Design Week, sorprendió con una colección de mobiliario de alta costura en un lugar emblemático: la Féau Boiseries.
Un paisaje dieciochesco en Paris Design Week
Féau Boiseries, en la rue Laugier, es uno de esos íntimos pliegues urbanos en los que sedimenta el aroma histórico y legendario a un tiempo de París, como Deyrolle, el gabinete de taxidermia y curiosidades de la rue du Bac, o Chez Louisette, la última guinguette en el dédalo del Mercado de las Pulgas de Saint-Ouen. La aparente acumulación espontánea de paneles y molduras dieciochescos desmontados, apilados o apoyados furtivamente en las paredes crudas bajo la claraboya central es parte de la mejor colección de boiseries francesas de los siglos XVIII y XIX. Estas sirven, a su vez, de inspiración y modelo al trabajo de la empresa, cuyos orígenes se remontan hasta 1875, y que sigue produciendo en sus talleres exquisitas marqueterías a medida para casas muy pudientes, hoteles de lujo y otros interiores literalmente exclusivos.
Esa seductora y calculada almoneda de pecios palaciegos fue el escenario escogido por Aline Asmar d’Amman para presentar su primera colección de mobiliario en la Paris Design Week. Aline es una arquitecta libanesa que fundó en 2011 el estudio Culture in Architecture. No es un personaje de los circuitos habituales del diseño contemporáneo, su trabajo se centra, sobre todo, en el interiorismo deluxe, con hitos tan característicos como la última remodelación del Jules Verne —el restaurante de la Torre Eiffel en su más reciente reencarnación de la mano del chef Frédéric Anton— o el Hotel de Crillon, donde colaboró con Karl Lagerfeld, su principal mentor en el gran mundo parisino. Fue Lagerfeld, precisamente, quien le descubrió el espacio recóndito y fascinante de los hermanos Féau.
The invisible Collection. Mobiliario contemporáneo y deluxe
La colección es un conjunto de piezas como de alta costura, por así decir. Elementos tipológicamente y formalmente reconocibles —tapizados, luminarias, mesas auxiliares, un papel pintado a mano— fabricados en colaboración con talleres escogidos. La calidad material y la alta elaboración artesana son el vehículo de la práctica de la autora, que confecciona un discurso en torno a la femineidad y a una sensualidad afirmativa muy francesa, trufada de explícitas y mundanas referencias literarias y artísticas —Roger Caillois, Hiroshi Sugimoto—. “Su condición sinuosa otorga al conjunto un aire único, felino y femenino”, sentencia Aline. La gramática formal sí tiende puentes con cierta ortodoxia moderna y orgánica: objetos que buscan el valor de lo único, que aspiran al estatuto de arte sin dejar de afirmarse paladinamente como muebles, aunque apelen “a un sentimiento antes que a una función”.
Georgia es un buen ejemplo. Tres asientos presentados como “un salón de conversación” que pueden articularse entre sí en contraposti diversos “induciendo una apropiación lujuriosa del espacio”. Se trata de butacas giratorias inspiradas en las abstracciones florales de Georgia O’Keefe —aunque bien podrían evocar también los audaces desnudos fotográficos fragmentarios para los que la pintora sirvió como modelo a su marido Alfred Stieglitz—, cuyo rigor proyectual queda debidamente suavizado por el planteamiento sensual y orgánico.
Las conchas en forma de pétalos que componen los respaldos actúan como una modulación estricta, pero amable: uno, tres o seis para dimensionar cada uno de los asientos, realizados por la Maison Charles Jouffre, con su exquisita densidad de capas superpuestas de moaré.
La exploración de las texturas refinadas está presente también en las luminarias —de vago aire secesionista—, que incorporan textiles y componentes minerales para tamizar la luz. O en las mesas auxiliares, basadas en el contraste del mármol crudo de Vicenza y los sobres pulidos, todo ello fabricado a partir de descartes, primorosamente tratados por el Laboratorio Marseletto de la ciudad véneta, y que dan continuidad a un proyecto anterior desarrollado con el omnipresente Lagerfeld.
La presencia de Chanel en el universo de Aline Asmar
Las referencias de Aline Asmar son inequívocas: la búsqueda “de un espíritu contemporáneo de glamour hollywoodiense”, el juego con “porosas inspiraciones entre la moda, el diseño, la alta joyería y los accesorios espaciales”. Fuera de la corriente principal del diseño contemporáneo, pero con un ojo siempre puesto en ella, evoca un mundo muy preciso y muy francés, el de los ensembliers del art déco de los años veinte y treinta del siglo XX, que también miraban de reojo a las vanguardias de entreguerras desde el punto de vista del lujo; del público de los grandes coutouriers de su tiempo, de Poiret a Chanel.
Los muebles de Aline Asmar —que The Invisible Gallery está mostrando en Nueva York— bien podríamos imaginarlos saliendo de un pochoir, ese género típicamente déco que fue una suerte de desvío mundano y seductor del collage cubista. En estos tiempos híbridos sería poco inteligente no atender a sus muchas y potenciales lecciones.
En este enlace puedes leer otras publicaciones de la Paris Design Week.
En la rue Laugier, París.
Nacida en Beirut, Aline Asmar d’Amman vive y trabaja en París, ciudad en la que tiene su agencia Culture in Architecture desde 2011. Participó como directora artística en la renovación del Hôtel de Crillon y en el rediseño del restaurante Jules Verne de la Torre Eiffel.