En Harmay Xidan, AIM Architecture dan una vuelta de tuerca adicional al lenguaje astringente, limpio y brutalista con que habían afrontado en los anteriores esa impronta espacial de pabellón industrial. El desafío ahora es la creación de un improbable escenario posapocalíptico para un retail de 880 m2.
Harmay. Del pequeño almacén al hito urbano
Harmay es una empresa china que vende cosmética de marcas internacionales cuidadosamente elegidas. Empezó como comercio online cuyo espacio de referencia era “un humilde almacén”, que su literatura corporativa describe como un industrioso hormigueo de empleados afanados en seleccionar, examinar y empaquetar productos entre estanterías y mesas de trabajo.
Esa idea del almacén como tipología y modelo de actividad es la matriz de sus cinco establecimientos offline en la actualidad: interiores complejos y muy extensos —la escala XL de las urbes chinas—, donde los clientes replican y reemplazan el bullicio de los empleados originarios. Cada una de estas tiendas-edificio, casi malls monotemáticos, responde al entorno de Pekín, Shanghái, Hong Kong y Chengdu con la aspiración de erigirse en hitos urbanos diseñados en clave muy distinta, pero con una notable homogeneidad conceptual de fondo.
La impronta de AIM Architecture
Su aliado en esta operación —desarrollada en muy poco tiempo— es AIM Architecture, un estudio internacional radicado en Shanghái y dirigido por los belgas Wendy Saunders y Vincent de Graaf, que ha proyectado los cinco locales de la marca. En la tienda de cosmética más reciente, situado en Xidan, en el centro de Pekín, dan una vuelta de tuerca adicional al lenguaje astringente, limpio y brutalista con que habían afrontado en los anteriores esa impronta espacial de pabellón industrial. El desafío ahora es la creación de un improbable escenario posapocalíptico para un retail de 880 m2.
Tienda de cosmética posindustrial
En torno a un núcleo central de comunicaciones y servicios, AIM dispone un recorrido perimetral, que alterna ámbitos negros y distópicos, evocadores de una ruina posindustrial o una mina abandonada, con otros de una blancura diáfana, como de nave espacial. Por una parte, un largo tramo de suelo sin nivelar, con una tolva, inspirado en una planta de procesado de basuras; espacios surcados por conductos de ventilación y salpicados de compuertas propias de un inquietante submarino, con estanterías, carretillas y contenedores de mineral que fungen de expositores de producto. Por otra, una burbuja bulbosa y orgánica de blanco refulgente, o un túnel que lleva a las cajas directamente salido de la Enterprise de Star Trek.
AIM Architecture contrapone el caos de un mundo “al que se le ha acabado el tiempo” con episodios que introducen el aire fresco de un nuevo orden prometedor. Una apuesta arriesgada en la que cualquier posible reproche queda anegado en la brillante eficacia espectacular del resultado.
En el siguiente enlace puedes ver las otras tiendas Harmay que han diseñado AIM Architecture
