Localizado en la pequeña ciudad de Zamardi, en Hungría, el edificio polivalente proyectado por Studio A4 llama la atención por la combinación de sus volúmenes. Inspirados en artefactos del siglo VI, crean una atrayente tensión visual que disimula la cuestionabilidad de su diseño y distribución.
La forma y la función, desde Vitruvio a Sullivan
Que la arquitectura ha de estar al servicio del hombre debería ser la máxima que imperase en el proceso del diseño. Ya en torno al año 15 a.C. Vitruvio establecía en su tratado De architectura que una construcción ha de pronunciar tres cualidades fundamentales: firmitas, utilitas, venustas, o lo que es lo mismo, ser sólida, útil y hermosa. Y aunque haya pasado bastante tiempo desde aquella afirmación, esos tres preceptos son los pilares universales de la arquitectura. 20 siglos después, Louis Sullivan acuñó la frase que, aunque malinterpretada, más peso dejaría en la historia de esta disciplina: la forma sigue a la función, que no es más que una píldora que invita a la reflexión para que la estética no desatienda la usabilidad.
The Zam: las geometrías de Studio A4
En este edificio polivalente público frente al Lago Balaton, encontramos varios aspectos que nos devuelven a este longevo debate. En él la experiencia del usuario, concepto tan importante en el mundo digital y a veces tan irónicamente ausente en la arquitectura, queda enterrada por una silueta caprichosa que abandona la lógica en busca de atención. The Zam está compuesto por tres volúmenes: un módulo de servicios, un elipsoide “aplastado” en sus extremos superior e inferior—que se utiliza como sala cultural— y una lámina horizontal que reúne el conjunto y en ocasiones hace de azotea.
En el diálogo de estas tres geometrías, el gran problema de este edificio polivalente es la escala de la función. Siendo la parte más relevante la acogida por la burbuja comprimida, esta ocupa en planta el mismo tamaño que el bloque auxiliar de aseos y tienda, lo que anula la jerarquía y desaprovecha el terreno y la posibilidad de la grandeza del uso. La plancha superior que hace las veces de mirador, une estas dos masas generando alguna sombra, pero el acceso a ella es tan industrial y tan estándar que hace parecer que fuera una zona de servicios y no una estancia esencial.
¿Un edificio polivalente?
El visitante no verá un recorrido claro, pues a los tres volúmenes se entra desde el mismo sitio, y solo la apariencia curva provocará la intriga suficiente como para marcar el punto de partida. Además, en pleno siglo XXI, donde la accesibilidad es algo clave en los centros públicos, es curioso que se contemple un aseo franqueable por una silla de ruedas, pero que el único modo de subir a la terraza sean las escaleras anteriormente mencionadas.
Acudiendo a los principios de Vitruvio y comentada la funcionalidad, la solidez de la construcción es indiscutible, aunque dada la dificultad formal de la sala multiusos, la estructura cobra demasiado espacio y protagonismo, dejando a un lado, de nuevo, la usabilidad en determinadas casuísticas. La belleza, como siempre, es subjetiva, y aunque el contraste de figuras curvas y rectas y el efecto visual de la tensión del elipsoide sean dignos de recordar, las tonalidades unidas a las oportunidades que otorgaba la ubicación hacen que no salven completamente este apartado.
Se trata, por lo tanto, de una invitación a la reflexión acerca de las prioridades que se establecen actualmente en el diseño arquitectónico y a revisar las buenas prácticas para que la forma, sin perder un ápice de belleza, no obstaculice el objetivo primordial. ¿Será que convertirse en trending topic ha nublado la misión principal de la arquitectura?