Vital hasta el último aliento. A los 104 años de edad, Oscar Niemeyer seguía concibiendo nuevos proyectos. Este, finalizado en 2020, es uno de ellos. Un reflejo de la energía apasionada y el compromiso de este maestro, uno de los protagonistas fundamentales de la construcción del siglo XX.
Frente a la gran escala y la hermosa exuberancia de los edificios que distinguen su trayectoria, las pequeñas dimensiones de esta propuesta —situada en un discreto y retirado rincón industrial y tecnológico de la ciudad alemana de Leipzig— no hacen sino confirmar la motivación de Oscar Niemeyer por seguir pensando, seguir imaginando, seguir llevando adelante el pensamiento y la práctica de la arquitectura.
La historia de esta obra se inicia en 2011, cuando Ludwig Köhne, propietario de la empresa Kirow Ardelt, contactó con él para solicitarle una extensión del comedor utilizado por el personal de la fábrica. Oscar Niemeyer falleció a finales de diciembre del año siguiente, pero había dejado una gran cantidad de dibujos y detalles donde se mostraba una carcasa hecha de hormigón y cristal, acoplada a uno de los costados de una antigua nave que había sido utilizada como sala de calderas. Jair Valera, responsable del estudio de Niemeyer, continuó desarrollando esos esbozos junto al arquitecto alemán Harald Kern.
Con un diámetro de 12 metros y evocadora de las cúpulas geodésicas de Richard Buckminster Fuller, la materialización de esta esfera de cristal y hormigón blanco ha requerido de un complejo trabajo de investigación tecnológica avanzada. Cincuenta moldes de madera realizados a mano fueron necesarios para el esqueleto de las dos carcasas. La fachada está compuesta de 144 módulos triangulares de cristal líquido —también hechos a mano— que, gracias a una aplicación digital especialmente diseñada para la ocasión, hace posible que estos paneles se iluminen u oscurezcan de manera inmediata.
«A Oscar Niemeyer le gustaba la idea de construir un edificio que fuera a servir para disfrute de los trabajadores y, también, el elemento de sorpresa que hay en incorporar una esfera futurista de hormigón y vídrio en el centro de un polígono. Estaba abierto a nuevos planteamientos y habría estado totalmente a favor de este uso de tecnología innovadora para materializar su visión», dice Köhne.
El color blanco domina durante el día mientras que, durante la noche, la esfera iluminada parece flotar en el aire. En dos niveles, el interior alberga un bar y también un restaurante abierto al público, a cargo del chef Tibor Herzigkeit.
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