“Contexto. Paisaje de caseríos y verdes laderas navarras en lo alto de una falda de montaña. Historia: Encargo privado, el cliente requirió al arquitecto porque lo conocía, conocía su obra y era justo lo que le interesaba. Estaba convencido de que nadie más podría hacer lo que él buscaba”.
Este extracto de la valoración emitida por el jurado del premio FAD de Arquitectura e Interiorismo 2020―del que este proyecto ha sido finalista― describe con brillante concisión dos aspectos clave de este: su ubicación en un entorno definido por la unión de edificación tradicional y naturaleza y el entendimiento profundo entre el arquitecto Jordi Hidalgo Tané y el futuro habitante. El resultado es una casa rural contemporánea hecha desde la mayor sensibilidad hacia el lugar y las personas.
Esta propuesta, situada en el valle de Bera (Navarra), ha consistido en la readecuación de una borda ―una antigua cabaña rural―y la construcción de una contigua residencia de descanso. Casa Borda es una demostración evidente de los conceptos que distinguen la obra de Hidalgo Tané: “Una arquitectura de gestos claros y nunca ambiguos, donde la fuerza y la poesía del trabajo radican en hallar soluciones capaces de expresar la arcaica atemporalidad esencial de los edificios tradicionales sin renunciar a la modernidad. Una arquitectura que se basa en la expresión de la estructura y los materiales como elementos fundamentales”.
El respeto al contexto natural e histórico de la zona se manifiesta, por un lado, en la preservación que Hidalgo Tané ha hecho del viejo armazón conservando el volumen de la cabaña ―cuyas fachadas son de piedra roja local―. Y, por el otro, en la preocupación por evitar cualquier disrupción visual en la identidad tradicional del paisaje: ha preferido “enterrar” la parte nueva dentro de una elevación natural del terreno, a la manera de una especie de cueva.
Esta zona acoge las áreas de uso diurno de la vivienda, mientras que el interior de la borda ha sido totalmente transformado para albergar dormitorios y cuartos de baño. El diseño de interiores y los materiales elegidos unifican el carácter del espacio doméstico de ambas partes, la antigua y la moderna.
Tiene un intenso protagonismo el hormigón, que no solo era adecuado para resolver las cuestiones estructurales y constructivas, sino que también creaba las cualidades expresivas deseadas, potenciadas por la luz natural que penetra y va transformando la textura y el carácter de la residencia. La madera es la otra protagonista, y vincula la casa con el frondoso bosque de robles que la envuelve.
Un túnel de cristal sirve como puente de tránsito entre las dos edificaciones, haciendo que la naturaleza sea el vínculo entre dos tiempos distintos, ahora reunidos en un mismo cuerpo arquitectónico.
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