Abstracción y funcionalidad es un cóctel irresistible si las dosis son las adecuadas. Atelier Deshaus, el estudio de arquitectura china con sede en Shanghái, ha experimentado con estos y muchos más ingredientes, y los resultados no nos dejan jamás indiferentes. ROOM Diseño ha redescubierto sus creaciones en una conversación con sus directores.
En los últimos años se tiende a mirar a China como si fuese la sociedad que va a definir el futuro. Sin embargo, no son pocos los escépticos que entienden que combinar el capitalismo feroz de los negocios con una alarmante falta de libertades personales no puede ser el modelo para exportar. Durante la pasada década se encargaron una panoplia de museos de firma, en un puro ejercicio de nuevorriquismo. Aportaban una sobredosis de espectáculo para contrarrestar la escasez de obras o una programación intelectualmente raquítica. Afortunadamente, también encontramos construcciones de gran honestidad al servicio de propuestas visionarias. Algunas de ellas comienzan a redefinir lo que puede ser el museo del siglo que acabamos de comenzar. Es el caso de las creaciones de Atelier Deshaus, que desde su fundación en 2001 se esfuerzan en trazar un lenguaje propio e inconfundible. En la entrevista que mantuvimos con ellos este verano, nos dieron tanto su particular visión del panorama actual chino, como su manera de trabajar.
Emoción y usuarios
Liu Yichun y Chen Yifeng, los directores del estudio, lo tenían muy claro. No querían dedicarse a proyectos comerciales de vivienda y oficinas como marcaba la burbuja inmobiliaria que vive su país. Intentaban aportar un beneficio tangible a la sociedad, por lo que poco a poco se fueron orientando, sobre todo, hacia los centros de arte y los conjuntos educativos. Sea cual sea el uso final de sus creaciones, procuran que la receta contenga siempre tres ingredientes a partes iguales: encajar en el lugar en el que se implantan, elaborarse sobre la idea de funcionalidad y emocionar al usuario. Este antropocentrismo resulta evidente en sus palabras: “Para nosotros, la existencia de la arquitectura está motivada por la existencia del ser humano. Nos interesa esa cualidad corpórea de los edificios como objetos. Por ejemplo, en la Casa de té de Li Garden, cuyos componentes se relacionan con las dimensiones de una persona de pie o sentada”.
Colaborando con artistas en muchos casos, sus arquitecturas acaban tendiendo a la pieza de arte. Lo vemos en la Spiral Art Gallery, una abstracción del espacio de los jardines tradicionales chinos. Además, en ella se pone de manifiesto una de las estrategias proyectuales que exploran con mayor profundidad: para ellos el edificio es un camino, y su labor consiste precisamente en dar cuerpo a ese camino. Por ello es necesario buscar la entrada, comenzar a recorrer esa espiral, viviendo una experiencia espacial, material, táctil. Aunque quizá el ejemplo más radical de este planteamiento es el denominado Blossom Pavilion, en el que una cubierta verde plana se apoya en equilibrio inestable sobre una suerte de cristales como si de espejos se tratara. Su geometría ligada a la mineralogía, su distribución abierta y su ligera materialidad de acero inoxidable generan un umbral-umbráculo con tantas lecturas como personas se acerquen hacia él.
Reciclar ciudad
Muchos de sus compatriotas se aplican con ahínco en desarrollar las nuevas obras que conforman los flamantes barrios, trazados desde la tabula rasa. Con una actitud muy lejana, Yichun y Yifeng prefieren buscar una nueva vida al patrimonio postindustrial que encuentran semiabandonado en muchas urbes. Es el caso del Museo Long, en Shanghái: una antigua infraestructura para transportar carbón que convierten en sala expositiva. El resto del programa se cubre con unas aéreas estructuras abovedadas. Una suerte de paraguas de hormigón que entendemos como una relectura contemporánea del Museo Kimbell de Louis Kahn. Es un poético ejercicio, como si estuviesen ideando un centro de arte y a la vez su futura ruina.
Hacer del carbón un diamante. Ese parece su motor creativo, porque no pocas antiguas infraestructuras ligadas al oscuro mineral se han visto reconvertidas gracias a la poderosa imaginación de Atelier Deshaus. Desde el Museo de Arte Moderno de Shanghái, al Centro de Artes Artron. En este último, en colaboración con el artista Dingzi, envuelven el conjunto en un azulejo rojo que homogeniza su imagen, y utilizan unas enormes cubetas existentes como maceteros para los árboles de la cubierta.
Edificios como ciudades
Otra de las características que encontramos frecuentemente en sus trabajos es la atomización de los usos -en pequeños volúmenes- que reparten por el terreno en una suerte de casbah contemporánea. Es el caso del Centro de Jóvenes de Qingpu, al sur del rio Yangtsé. En él, las áreas interiores y exteriores se tratan de la misma forma. Estas zonas intersticiales entre los diferentes bloques tienen un marcado carácter humanista, ya que procuran corresponderse con la personalidad de sus ocupantes. “Intentamos integrar en el proyecto la escala de la calle tradicional. Esto nos servía para romper un gran edificio en pequeños elementos, en un ejercicio de tallado por la memoria”. De nuevo, la búsqueda de los accesos supone el primer acercamiento al Centro, y su gran variedad de tratamientos permite encadenar experiencias en un recorrido de marcado carácter fenomenológico.
Educación para el futuro
“No sabemos exactamente de qué manera consigue la arquitectura cambiar la vida de la gente. Pero tiene la capacidad de explicar la relación del ser humano con la naturaleza de su propia existencia. Esta capacidad se expresa espacialmente, y en la medida que se va entendiendo, se establece una transmisión de valores”. Con estas palabras describen su manera de entender las construcciones dedicadas a la educación de niños y jóvenes, y no pueden ser más reveladoras. Con ellas ponen de manifiesto su compromiso para crear una sociedad más abierta, plural y justa. Todo desde la articulación interior de conjuntos como las guarderías de Xinchang o de Jiading New Town, o el Centro de Jóvenes de Qingpu. Conscientes de los desafíos que supone diseñar para los más pequeños, deciden poner el mundo de los niños en el centro de atención: “Hemos desarrollado muchas guarderías, y vemos primordial tomar en consideración la escala, la personalidad y los hábitos de los estudiantes”.
La apariencia de sus fachadas es a menudo tersa, translúcida y geométrica. Como nos comentan ellos mismos: “Queremos expresar la relación entre volúmenes, algo proveniente de nuestra interpretación de la arquitectura tradicional china, que presta mucha atención a las áreas exteriores y las relaciones entre ellas”. Y es en ese juego sutil en el que consiguen borrar los límites de lo público y privado, donde los lugares se tornan ambiguos en su configuración y sus texturas. Es ahí donde se permiten un uso desprejuiciado del espacio y una lectura múltiple de sus significados. Es en casos como estos donde recuperamos la confianza en lo que la cultura contemporánea china puede ofrecer y descubrir. Lejos de aquellas acumulaciones de torres que nos hacían fruncir el ceño. Porque en las propuestas de Atelier Deshaus hay sitio para que una nueva generación se forme en unos valores firmes y libres.