Cada población tiene sus símbolos. La plaza, la calle mayor, la iglesia, el ayuntamiento. Siempre hay uno. Skorba, sin embargo, parecía haberlo perdido. Como consecuencia de un crecimiento urbanístico desordenado y un desarrollo tipológico dispar y paralelo a las principales vías de acceso, acabó convirtiéndose en un pueblo dormitorio sin coso común definido. Sin corazón, no era más que un suburbio impersonal de la cercana Ptuj, la ciudad más antigua de Eslovenia.
Cansados de esta situación, fueron los propios habitantes de la villa los que impulsaron la construcción de una capilla. Una oportunidad única de resucitar el centro neurálgico municipal y generar un foco público de socialización y vínculo vecinal. Hablaron con Dean Lah y Milan Tomac, fundadores del estudio de arquitectura Enota, buscaron financiación para comprar el solar e incluso ayudaron -con muchas horas de trabajo voluntario- en el levantamiento de la obra.
El proyecto, una estructura de 300 m2 a medio camino entre arquitectura, escultura y land-art, presenta una valiosa relación entre paisaje, naturaleza y topografía. Utiliza una volumetría muy sencilla y una materialidad extremadamente simple. Una superficie triangular de hormigón blanco, que contrasta con la vegetación del lugar, sirve para delimitar el programa que va más allá de las ceremonias religiosas, favoreciendo todo tipo de reuniones y celebraciones. La pieza, que no acota ningún espacio cerrado, va acentuando sus volúmenes para albergar el altar y las gradas, elevadas estas para crear un minifrente escénico, a modo de teatro romano. Una reinterpretación moderna de los monumentos megalíticos, en los que las grandes piedras definían un interior sagrado.
Esta nueva orografía artificial no solo es respetuosa con los valores del entorno donde actúa, sino que explora la desocupación espacial para penetrar en la idea de lo polivalente y divino. Como ya hicieran Moore, Malevich o el propio Oteiza, los arquitectos indagan de manera brillante en cómo el vacío organiza las formas y transforma el volumen, haciéndolo sacrosanto y trascendente. Un solo gesto les sirve para lograrlo. Lo mejor, Skorba ya disfruta del emblema que tanto ansiaba.