Desde sus inicios, Studio Job ha estado en el primer plano del art design. Sus propuestas de artesanía monumental nacen de un espíritu explorador nada académico. En ellas, iconos, arquetipos y clichés son reinventados para recuperar la ilustración y la decoración como herramientas del diseño. Su más reciente parada, una gran exposición individual en el MAD de Nueva York
Graduados en la Academia de Diseño de Eindhoven, Nynke Tynagel y Job Smeets, fundaron hace 18 años Studio Job. En sus años de formación, Nynke Tynagel se especializó en gráfico e ilustración, completando perfectamente la educación que Smeets siguió en diseño tridimensional. Su quehacer lo enfocaron a redefinir las artes aplicadas mediante propuestas con un gran componente escultural dirigidas a la edición limitada. El carácter fuertemente físico y opulento de sus trabajos se ha ido intensificando con los años. Como también se ha sido intensificando la obsesión por el detalle y los acabados, la realización casi artesana y una constante fidelidad al dibujo y la ornamentación. Un perfeccionismo que ellos mismos consideran “casi dogmático y tanto una bendición, como una maldición por la cantidad de energía que nos consume”. Fundición de bronce, marquetería, cristales o cerámica son los materiales que utilizan con un enfoque contemporáneo y con la ayuda de artesanos expertos. Eso sí, siempre bajo su atenta mirada en un taller que emula al de los antiguos maestros, por la variedad de disciplinas convocadas y por el estrecho seguimiento de los procesos.
ROOM Diseño.- Tenéis una agenda completísima de actividades para los próximos meses.
Job Smeets.– Sí que está completa. Nynke y yo visitaremos en las próximas semanas París, Nueva York, Cabo Verde, Lisboa, Milán, Roma y Shanghái. Todo viajes de trabajo. Lo que esperábamos que fuera solo un año centrado en el lanzamiento de nuestro nuevo libro Monkey Business (Rizzolli) y la gran exposición en el MAD de Nueva York, se ha convertido en una completa gira con muestras y proyectos a lo largo de todo el mundo. Productos, exposiciones, moda, un hotel, arte. Incluso estamos embarcados en una fábrica de cerveza. ¡El mundo se jobsifica! (ríe)
R.D.- ¿De dónde nace vuestra voluntad creativa? ¿Del territorio del pensamiento? ¿Del propio hacer y probar? ¿Del objetivo hacia el resultado? ¿Del puro juego lúdico…?
J.S.- Un asunto difícil. Hoy en día nuestra creatividad nace de nuestra juventud, de nuestras experiencias, de nuestras risas y fracasos, nuestros juegos de la mente, nuestros pecados y nuestros secretos.
R.D.- Y también nace de vuestra defensa de la ilustración y la decoración, ¿no?
J.S.- Ilustración, decoración… Suena tan de abuela y soso. Pero son las palabras correctas. Y he de decir que hoy en día la decoración se desecha como algo superficial por culpa del calvinismo y la modernidad. Si la decoración es un crimen, somos criminales del diseño. Por eso reinventamos ideas establecidas con nuevos dibujos y patrones de contraste. Creo que hemos inyectado con éxito una fresca actitud de renacimiento a una modernidad rígida.
Como los pintores del barroco holandés, Job y Nynke vuelven a los bodegones con alto valor simbólico, a las Vanitas, donde las calaveras conversan con flores a punto de marchitarse para recordar siempre el paso del tiempo y la certeza de la muerte. Y para ello eligen una iconografía universal sin olvidar guiños a Duchamp. En sus producciones se pueden ver flores petrificadas y cuadros de animales que se inspiran en el Arca de Noé. Sin olvidar las escenas que retratan máquinas, mecanismos de relojería o deportes, mezcladas con esqueletos y cuerpos sin vida. La imaginería de aquel realismo socialista que ensalzaba las grandes hazañas humanas se codea con la muerte; escenografías que nos hablan del tempus fugit, ese pensamiento tan barroco como existencial. “Es trágico y bello a la vez -nos dice Smeets- saber que la historia de la humanidad morirá. Es como si Nynke y yo fuéramos alquimistas que trataran de destilar oro del barro, que trataran de ser inmortales inventando estas piezas locas. Algo imposible. Todas las cosas deben morir”.
R.D.- En esa línea de tradición decorativa, referencias religiosas y visión trágica os gusta utilizar iconos y clichés. ¿Cómo han ido elaborando ese imaginario?
J.S.- Todo lo que vemos a nuestro alrededor está constituido por células, átomos, moléculas. De hecho, son elementos de construcción. Así que damos a cada célula, a cada piedra, una voz propia. No porque seamos pretenciosos o inteligentes, sino porque nos gustan las capas, los estratos. Puede parecer incluso un signo de inseguridad encubrir todo con humor, color y superficies brillantes. Tal vez es una manera de decir que sí, queriendo decir no. Nynke y yo somos grandes narcisistas y por ello sentimos compasión de nosotros mismos (ríe de su propio comentario). Pero al menos el humor hace que todo sea mucho más fácil de tragar.
La inspiración de este consagrado team nace de sus viajes, de su formación intinerante y de su interesado acercamiento a importantes colecciones de arte y de disciplinas decorativas. Pero también, y cómo no, de su admiración a Jeff Koons a quien tienen como referente artístico. Una audacia con la que los integrantes de Studio Job han defendido siempre su posición: libertad de expresión, libertad creativa, libertad de elección. Incluso la traumática ruptura de la pareja en 2015 ha quedado plasmada en las mesas Train Crash: dos trenes de vapor de bronce que colisionan frontalmente y que ellos han definido como pieza autobiográfica. Job lo tiene claro: “un enorme impacto libera una enorme cantidad de energía”. Y parecen no haberse equivocado en sus estrategias dada la repercusión entre coleccionistas privados y estatales, galerías, museos o firmas como Bulgari, Swarovski, Bisazza, Venini, Land Rover, Viktor & Rolf, Moooi o Lensvelt.
R.D.- No les faltan ni grandes coleccionistas ni grandes firmas. ¿Cuál es su relación con galerías y productores?
J.S.- Podría escribir un libro sobre este tema. Mi respuesta diplomática sería que son muy buenos en lo que hacen. Y la verdad es que eres su mejor amigo, siempre y cuando ellos puedan hacer dinero.
R.D.- Al hacer ediciones limitadas, ¿pensáis en el cliente, en el posible comprador? ¿Llegáis a conocerlos directamente?
J.S.- Nuestro lema es sólo pensar en nosotros mismos. Mi tesis es que el beneficio del narcisismo es la autenticidad. Pero a veces nos gusta mucho alguien, claro. Entonces nos implicamos con el coleccionista. Nada nuevo en realidad: Vermeer, Freud, Bacon y Warhol… Todos hicieron retratos.
Cuando observamos las fotografías de Job Smeets y Nynke Tynagel, descubrimos a la pareja en actitudes teatrales que desdibujan la frontera entre la seriedad y el kitsch. Las imágenes barruntan una personalidad ambivalente que juega con conceptos opuestos para crear multitud de opiniones. Pero cuidado, no se trata de despistar al espectador, sino más bien de convertirlo en el “comisario de su propia mente”, y facilitarle los medios para una reflexión personal. Como afirma convencido Job Smeets: “Nuestro trabajo, y todas las facetas de nuestra vida nos llevan por una línea tranquila y a la vez agresiva, el kitsch y el arte, lo masculino y lo femenino”.
R.D.- En su trayectoria, ¿cuáles son sus mayores certezas como diseñadores y ante qué dudan o desconfían?
J.S.- La mayor certeza es que muchas personas odian lo que hacemos y eso te provoca algunas dudas terribles.
R.D.- Quizá hay gente que les odie, pero el Financial Times los proclamó como uno de los equipos más influyentes del mundo. ¿Por qué? ¿Representáis algún movimiento?
J.S.- No tenemos ni idea. Parece que es así, pero el hecho es que nosotros solo somos Nynke y Job tratando de darle sentido a lo que hacemos.
R.D.- Hablando de sentido, y ya para acabar, ¿qué les da sentido a su vida? ¿Qué les hace felices?
J.S.- Muy sencillo. El amor.