La torre de agua que se transforma en atalaya. Esta edificación de los Países Bajos localizada en la ciudad de Sint Jansklooster presenta un estatismo aplastante debido a la verticalidad y casi total opacidad de sus muros. Construida como depósito de agua e intervenida por Zecc Architecten, es hoy un monumento visible a larga distancia y de gran valor histórico, de ahí lo inalterable de su fachada. Por ello, los arquitectos han centrado su atención en rehabilitar el interior recurriendo a una estrategia que hiciera de ella un hito contemporáneo transitable.
Su propuesta ha sido instalar una escalera helicoidal de madera que se apoya en el muro envolvente. Esta se cruza con la antigua escalera metálica, salva toda la altura fragmentando el espacio en niveles de descanso y termina por todo lo alto en un mirador. El interior abandonado que antes almacenaba agua, se ha convertido ahora en un recorrido, en un viaje contenido en las paredes de hormigón. Mientras el exterior se muestra sobrio, por dentro es un espacio roto, dinámico y transgresor, recortado por las líneas de este nuevo elemento, la escalera, que irrumpe en el vacío y devuelve el sentido a la torre.
Esta escalera imposible es lo único y el todo del proyecto; amuebla, conecta suelo con techo y plantea el subir-contemplar-descender como un modo de habitar; vertebra la columna espacial del edificio, ofrece una panorámica de 360º de toda la zona, y, tras un centrifugado pausado de 45 metros de altura, llega al fin de esta etapa: una cima de ocho ventanas de diferente tamaño. Aquí el viajero se detiene para asomarse en cualquier dirección, pasear por un tiempo y pensar qué amar más de la torre: ¿el desenlace o el nudo?