Por Arturo Romero
El pasado día 23 de Noviembre se clausuró la 14a Bienal de Arquitectura de Venecia, y nosotros hacemos balance. Ha sido la más larga, la más mediática y la mas polémica. Gracias a un comisario, el arquitecto holandés Rem Koolhaas, que impuso una inesperada condición: romper con la actualidad y abandonar las brillantes postales de arquitectura reciente que tanto atraen a medios de comunicación, alcaldes e instagrammers. Todos ávidos de novedades olvidables en la búsqueda de la inmediatamente siguiente. Su inédito objetivo: dirigir un ingente trabajo de investigación colaborativo según tres ejes de estudio, uno por sección de la Bienal. Tres ideas precisas y concretas para intentar comprender y representar, no sólo el mundo entero, sino el cómo y el porqué ha llegado a su estado actual.
Absorbing Modernity. El tema propuesto a los 65 países participantes apremiaba a buscar en cada nación la impronta de los últimos 100 años de arquitectura, tras la eclosión del llamado Estilo internacional. Absorber. En sus logros y éxitos, así como sus múltiples fracasos. Como el cuerpo del boxeador recibe y absorbe los golpes más duros. Bucear en los pabellones evidencia como este “estilo” ha estado al servicio de tantas líneas de pensamiento político diferentes e incluso antagónicas, revelándose, para nuestra sorpresa, ideológicamente neutro, pero siempre apasionante. Rascacielos norteamericanos, complejos habitacionales chilenos, mercados dominicanos, un bungalow presidencial alemán, todos en búsqueda de una identidad aún borrosa, durante un periodo en que la palabra glocal (global+local) aún no se había inventado. Una realidad vasta, poblada de políticos, usuarios, responsables de producción, clientes, y también, claro, arquitectos pero ni del star-system actual, ni los grandes nombres que copan los libros de historia. Situaciones menos conocidas que, sin embargo, han tenido un enorme impacto en la vida diaria del siglo XX. Así, nos encontramos con magníficos pabellones como los de Chile, uniendo lo social, lo político, lo técnico, lo constructivo y lo emotivo (¿no es eso la arquitectura?). O la aportación portuguesa, con medios y mensajes ejemplares, acordes a los tiempos que vive el país. Tres maquinas expendedoras de un periódico hecho para la bienal.
Elements of Architecture intenta fútilmente explicar la arquitectura a través de quince piezas independientes del mecano. La puerta, el suelo, el balcón, el retrete… El estudio de su evolución histórica, realizado por la Universidad de Harvard, es didáctico, desinhibido y poco revelador o inspirador. Exhibido en un despliegue visual más propio de “Juvenalia”, merece visitas de universitarios sin rumbo fotografiando TODO y de hordas de grupos escolares inundando las salas, atónitos ante el bajo vientre de un falso techo.
Monditalia presenta un escaneo de la realidad política, cultural, paisajística y social del país que acoge la Bienal, tomado no como excepción sino como paradigma de lo que ocurre en cualquier país del mundo occidental, en equilibrio entre el caos y la culminación de todo su gran potencial. Realizado por 41 equipos independientes, los trabajos se exponen con muchos menos medios que intención y capacidad visionaria. Allí encontramos residencias de mafiosos como si de un portal inmobiliario se tratase, videos sobre ruinas contemporáneas (consecuencia de la volubilidad de la política populista de Berlusconi), museografía pornográfica, urbanismo televisivo de los años setenta, o la escasa evolución de los edificios parlamentarios desde el imperio romano (en contraposición a los cambios sufridos por la democracia a la que representa). A partir de puntos de vista quizá insólitos pero siempre pertinentes, historias accesibles y comprensibles se trenzan entre sí para conformar en la cabeza de cada uno una imagen de lo que es hoy Italia. De lo que es cualquier país. De lo que somos cada uno de nosotros. De lo que es el mundo según Rem. Rem Koolhaas.