Fotos: Iwan baan
Cuando nos encontramos con una vivienda unifamiliar de estas características, los límites entre arquitectura, escultura y paisaje se desvanecen mágicamente ante nuestros ojos generando una tormenta de sensaciones, muchas de ellas inquietantes, que contra todo pronóstico acaba conduciéndonos hacia la armonía. Bautizada como La casa del vuelo de los pájaros, su atrevimiento en cuanto al dinamismo en los volúmenes, no es más que el camino escogido por Bernardo Rodrigues Arquitectos para facilitar la convivencia y fusión de una familia de espíritu libre con un medio físico poderoso y cambiante como es el del norte de la isla de San Miguel, la mayor de las Azores. ¿Y por qué este nombre? Según el autor, se trata de un homenaje al códice que Leonardo da Vinci dedicó a sus estudios y observaciones sobre el vuelo de las aves, aunque también podría interpretarse como una alusión casi inconsciente al Priolo, ese pajarillo endémico de las Azores, del que únicamente quedan 300 ejemplares vivos.
Siempre jugando con conceptos contrapuestos, las piezas y secciones que componen esta interesante arquitectura se abren y a su vez se protegen del exterior, se elevan, se retuercen y al mismo tiempo permanecen firmemente ancladas a la tierra. Y no podría ser de otro modo cuando alguien escoge vivir en un entorno dominado por fuertes vientos y aguaceros bañando un paisaje del que resulta imposible retirar la mirada. Por eso los distintos volúmenes que forman la estructura general de la vivienda juegan entre ellos siempre protegidos por un muro, ubicado en la cara norte, que es de donde proceden habitualmente los temporales. Esta gran pantalla de corte minimalista, que enlaza cromáticamente con la sección central del conjunto, genera, mediante la interacción de formas cúbicas de color naranja con masas curvas en blanco, una sucesión de patios cubiertos que, junto con las partes acristaladas, aproximan lo natural a lo artificial. Es una concepción de hábitat en la que el sonido del agua, el viento o el olor a campo mojado se cuelan de una forma casi imperceptible en la vida cotidiana de sus moradores. La función conectora de esta primera planta, diseñada siguiendo el clásico esquema palladiano de cuerpo central con una doble altura y dos alas laterales, contrasta con el carácter intimista y más cerrado del piso superior, donde se encuentran los dormitorios. Sobre ellos y coronando la edificación se ha creado una terraza abierta, de superficies onduladas y horizontales, que como un ave marina en pleno vuelo nos ofrece desde su lomo, casi a vista de pájaro, una impresionante panorámica de las Azores, con su mezcla geométrica de campos cultivados, prados y relieves volcánicos.
Fotos: Iwan Baan. – vía: www.designboom.com