Fotos: Frank Tieleman
Desde hace algunos años la tecnología se está convirtiendo en el mejor aliado del interiorismo. Una afirmación que vemos en la rehabilitación del Frits Philips Concert Hall de Eindhoven. En este edificio se han aplicado criterios avanzados en iluminación, sonido y ordenación de espacios, para que además de sala de conciertos, funcione como una imponente plaza pública.
Cómo dar una nueva imagen contemporánea y dinámica a un edificio consolidado con dieciocho años de vida sin que en ese tiempo haya perdido ni su identidad ni sus mejores cualidades? Pues bien, ése ha sido el gran desafío de los diseñadores neerlandeses Niels van Eijk y Miriam van der Lubbe, responsables de la nueva impronta del Frits Philips Concert Hall de Eindhoven. Su trabajo es un ejemplo de intervención global de un edificio a través del interiorismo: han tenido la oportunidad de remodelar tanto la fachada como los interiores, y de dejar además su sello creativo en el mobiliario, los uniformes del personal e incluso en la misma vajilla.
Para el asesoramiento de luz, imagen y sonido estudio de Niels y Miriam contó con la colaboración de Philips Ambient Experience Design, Hypsos y Rapenburg Plaza, que idearon innovadores recursos de tecnología y diseño en función de las necesidades reales de los visitantes. No se trataba de reformar esta mole arquitectónica bajo caprichosos principios high tech, sino de integrar ciertas nociones de bienestar y confort en una zona de ocio que convocara a los ciudadanos más allá de la idea de ir a ver un espectáculo. Bajo esa premisa, los diseñadores apostaron para que todo el auditorio se transformara en un verdadero lugar de encuentro.
Hacia la plaza pública
El Frits Philips Concert Hall contaba y cuenta con una de las mejores acústicas del mundo, pero su aspecto físico no se adecuaba a su programación internacional de primer nivel. Había un desfase entre el estilo, ya viejo, del continente, y la modernidad del contenido. Para eso se realizó una investigación con el equipo de Philips Ambient Experience Design y se convocó en un taller a la totalidad de las partes implicadas: desde el director al responsable del bar, y por supuesto, a todos los que intervendrían en la rehabilitación, para ver cuáles eran las necesidades reales sobre las que pensar y actuar. “En un principio las modificaciones iban a ser en la fachada, el reclamo principal, pero nos dimos cuenta de que no era suficiente con un pequeño cambio, sino que había que transformar todo el edificio si queríamos que fuera un espacio realmente moderno y atractivo”, señala Miriam van der Lubbe, insistiendo en que si bien había muchos condicionantes, como en toda construcción ya concebida y en uso, tuvieron total libertad para crear, probando e interactuando con todo un grupo de personas que aportó, cada uno desde su perspectiva, sus propias ideas.
En esa metamorfosis destaca la gran entrada al nuevo auditorio: una fachada de cristal inclinada de 25 m de ancho y 13 m de altura que se abre a una gran área cultural, donde la gente puede tomar un café, escuchar música o encontrarse con amigos antes de ver un concierto. De esta manera el grandioso hall forma parte de la ciudad y desde él se vislumbra el interior y todos sus pisos.
El espectador activo
El punto de partida fue considerar, inteligentemente, que hoy en día el usuario es el centro de toda acción cultural y no un mero espectador pasivo. En ese marco, dicho espectador debe ser cuidado y atendido para que su tiempo de ocio se transforme en una experiencia más compleja. El instrumento para conseguirlo fue el manejo de la luz, principal protagonista de esta narración arquitectónica. Trabajando específicamente en la iluminación, se logró crear una atmósfera, un clima y una intensidad determinada para cada sala y para cada rincón, según haya música de jazz, pop o clásica. Además, desde la entrada o desde el bar se guía al público hasta la sala correspondiente a través de sutiles signos lumínicos que se mueven en el techo y en un muro de alta tecnología. Lo que permite que los 6.000 m2 de inmueble de tres plantas no intimiden al usuario porque sólo con el cambio lumínico puede ubicarse, saber dónde está y a dónde dirigirse. Todo esto sin olvidar que en el vestíbulo, insistiendo una vez más en un lenguaje de luces y sombras en movimiento, una pared de varios metros de largo acoge una instalación del artista visual Gerard Hadders: miles de leds que proyectan conciertos, películas y obras de arte.
“Es una propuesta completamente diferente en términos de experiencia. Queríamos crear un ambiente intuitivo, en el que todo fuera sugerente hasta en los más mínimos detalles, como una taza de café o una cortina”, nos explica Miriam van der Lubbe. Ejemplo de esa minuciosidad es el mobiliario creado especialmente para “repostar”: los visitantes pueden descansar en los intervalos de las funciones en un gran sofá de trece metros cubierto de puntos de luz, o escuchar su música favorita en “sillas musicales”, con sistemas de audio e iluminación integrados. Los sillones de la tienda de música cuentan, además, con una pequeña pantalla incorporada en el apoyabrazos. Todos estos asientos, colocados en lugares estratégicos, ayudan a llenar un inmenso local de techos demasiado altos y con cierta tendencia al vacío. Es decir, crean pequeños núcleos para la vida social.
Interiorismo versus arquitectura
Según Miriam y Niels, sólo el proceso de investigación y estudio es el que ha permitido un resultado tan armónico y ajustado a los objetivos iniciales. Conscientes de que lo suyo es el diseño y no la arquitectura, insisten en que el verdadero desafío de vestir un espacio es intentar que cada objeto esté íntimamente ligado a una determinada funcionalidad. “Los arquitectos no deberían hacer interiorismo porque sus decisiones terminan reduciendo el espacio a un catálogo de muebles. El diseñador tiene una parte más pequeña del trabajo, pero se pone en la piel del usuario y esto es lo necesario para lograr un buen edificio”, subraya van der Lubbe.
Tal vez en el conjunto de esta remodelación modélica se eche de menos la posibilidad de cubrir con algo más que con mínimos la utilización de energías renovables. Pero sin duda ése era el aspecto más difícil de encarar, dado que se trataba de un inmueble ya existente con sus propias instalaciones en funcionamiento. En el dibujo presupuestario del cliente, actualizar todo el sistema energético debe haber sido económica y estructuralmente imposible o al menos, así lo han dejado caer los responsables de este nuevo look.
Más allá de este “debe”, van Eijk y van der Lubbe, de la mano de Philips, aliado y cómplice en la experimentación, se están conviertiendo en un referente dentro del interiorismo de su país gracias a la repercusión de un proyecto tan emblemático. Como dúo creativo, han dado un importante salto en su carrera y han sabido asumir sin miedo la grandiosidad de la escala a la que se enfrentaban. Evitando el camino fácil del barroquismo -con la licencia de unos grandes candelabros italianos-, y con el respaldo de la tecnología, han dado forma a un programa imaginativo, audaz y no exento de lirismo.