La tipología que asocia un comercio o un taller con la residencia de su titular es un clásico de la arquitectura urbana al menos desde la Edad Media. La dimensión pública de la tienda en la planta baja ―abierta a la calle― y la casa encima, resguardando la vida privada que se asienta en la prosperidad del negocio. Los arquitectos japoneses siempre han destacado por su habilidad para refundir estos esquemas occidentales en moldes insólitos, que preservan su escueta eficacia preñándola de nuevos significados.
DOG Architects, el estudio de Ryutaro Saito, inventa una nueva conjugación de esos ingredientes tipológicos en esta vivienda y taller de artista para un pintor y su familia ―esposa, hijo y madre― en Ninomiya, junto a la costa oriental de Honshu, la isla mayor del Japón. En lugar de distribuirlos en altura, Saito separa la casa y el taller en sección y singulariza el edificio girándolo levemente respecto a la alineación de la calle.
El volumen es el resultado de la intersección de dos elementos: el faldón de la cubierta, muy pronunciado, que se desliza hacia la avenida, y un gran muro que corta la planta en diagonal y deja la parte anterior para el estudio y la posterior para los usos domésticos.
El muro actúa como soporte para la obra del pintor, que puede atisbarse desde fuera a través de la esquina elegantemente abierta que actúa como acceso y escaparate. La multiplicación de efectos es extraordinaria: visualmente, el volumen del tejado apenas se percibe como una línea de fuga desde la calle. En el interior, lo privado y lo público se representan en dos escalas distintas: el estudio en un espacio de doble altura, que se expande de arriba abajo, y la vivienda en dos pisos, con las habitaciones abajo; y cocina, comedor y sala de estar arriba, en una pieza única.
El edificio, además, se emplaza nada menos que en Tokaido, la principal de las cinco rutas imperiales que articulaban Japón en el periodo Edo, sobre la que Utagawa Hiroshige― el gran pintor Ukiyo-e― realizó en 1832 su legendaria serie de grabados Las Cincuenta y Tres Estaciones de Tokaido, es decir, las casas de postas que jalonaban su recorrido. La casita de Saito se levanta entre Oiso y Odawara, las estaciones 8 y 9 de Hiroshige, de modo que a su leve y alígero despliegue de significados y sutilezas se añade este homenaje culto y cumplido.
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