¿Copias o coincidencias? Juli Capella y Ramón Úbeda ya planteaban en 2003 este tema en una exposición que luego se convertiría en libro. Y es que tal vez hace catorce años en la copia había sitio para la duda. Ahora no. Por eso es reseñable el caso de la silla Hal, de Jasper Morrison para Vitra, cuyo diseño no fue registrado correctamente o ni siquiera se empezó el trámite. O quizá, debido a los costes de blindarlo, se prefirió asumir el riesgo.
Para poner freno al expolio de la propiedad intelectual, la Authentic Design Alliance, aglutinadora de diseñadores, fabricantes e importadores de mobiliario, tiene un objetivo: que la venta de falsificaciones sea criminalizada en Australia. Frente al caso de Jasper Morrison, la asociación compró 26 imitaciones de su asiento e invitó a 26 diseñadores para inspirar una nueva obra bajo el sutil título 26 Original Fakes.
El resultado puede ser anecdótico, aunque lo mejor es cuando decidieron copiarse entre los propios participantes del evento, utilizando Instagram como medio de espionaje. Ver la Hal vestida con una gabardina, tacones y demás prendas también falsificadas tiene su ironía. Otros prefirieron poner un bolsillo para ir ahorrando y comprar la original, inocencia de diseñador. O mejor, inocencia de hacker más bien, porque en estos 26 ejercicios encontramos incluso una pieza envuelta en una bolsa de basura con la etiqueta “falsificación original, hecha de manera poco ética, preparada para el vertedero”.
Uno de los mejores ejemplos es el de Daast Studio, que graba con una cuchilla en el respaldo una supuesta carta del gobierno australiano a Jasper Morrison. De la copia a la inspiración, Tom Fereday modela su estética propuesta en cemento, sobre el espacio en negativo que deja la silla. Por otro lado, Matt Woods la convierte en un turd (zurullo, en español): un objeto mórbido con acabado en purpurina multicolor que pone el punto esperpéntico al conjunto.
El tema de la propiedad intelectual es delicado. La industria del mueble da de comer a mucha gente, a algunos diseñadores y a algunas dignas tiendas supervivientes de la crisis. Por eso, no hay que olvidar que las ideas requieren de energía, y la energía se obtiene de complejos procesos químicos del organismo a partir de alimentos adquiridos mediante moneda de curso legal. Es decir, hay que poder ingresar para comer y tener esa energía con la que desarrollar ideas. Si robamos las ideas a alguien, en este caso a un diseñador, le estamos robando su capacidad de seguir creciendo. De seguir creando.